Freddy Mamani es un boliviano que encarna la mayor novedad arquitectónica de Latinoamérica. Ese trabajo puede parecer arbitrario, pero solo basta con ponerlo en contexto: Mamani ya expuso en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y en la Fundación Cartier de París.
Diferentes medios buscan tener información de Mamani. Los periodistas lo buscan para sus textos, los fotógrafos le dedican el contenido de sus libros y los cineastas lo eligen como protagonista de sus documentales.
A menudo usa diferentes colores para sus obras, entre ellas están los colores:verdes, naranjas, azules y fucsias saturados, mayormente usados en construcciones cubiertas de espejos que reciben los rayos del sol y los devuelven doblados, son la expresión de una arquitectura poco ortodoxa que nació en el borde de La Paz.
Mamani nació en Catavi, un pueblo al sur de La Paz que se desarrolló por la explotación minera. Entre cabras, piedras y cactus, desde muy niño jugaba a construir casas fantásticas, empezó a hacerlos con bloques de madera
Apenas tenía 13 años y Freddy empezó a trabajar como albañil, ayudando a su padre obrero. A los 20 ya era ingeniero civil. Al salir de las obras, se dirigía a estudiar, lo cual era riesgoso, incluso sus padres le aconsejaron que tal carrera era para gente que tenía dinero, eso no logró importarle a Mamani.
Características de las obras de Freddy Mamani
Algunas de sus obras tienen cara, ojos y boca. Otras se asemejan a una lechuza. Una, tal vez, a un cóndor. Tienen la estética de un casino de Las Vegas.
Para Mamani no se trata de excentricidades, si no de una arquitectura que transmite la identidad y recupera el orgullo de la cultura aymara, un pueblo originario que habita la meseta andina del lago Titicaca y cuya población se reparte entre el occidente de Bolivia, el sureste de Perú y el norte de Chile.
Los edificios de Mamani están pensados con una lógica de rentabilidad(sostenible). En todos los casos, la estructura: la planta baja se destina a locales; el primer piso y el segundo son para salón de eventos; en el tercero y demás pisos posteriores se construyen departamentos para alquilar.
Su primera obra se inauguró en 2005 y desde ahí todo se disparó. “El arquitecto de Los Andes” contabiliza más de 100 trabajos en casi 20 años. La prensa local, muy rápido, le puso nombre al fenómeno y empezó a llamar a sus edificios “cholets”, en una mezcla entre chalet y cholo (la manera despectiva en la que los bolivianos blancos identifican a las personas de rasgos indígenas).
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